Todos saben todo

 




Había entrado en un laberinto pero no me había dado cuenta, no recordé hacia donde iba, estaba solo de repente, mis compañeros se habían ido volviendo recuerdos detrás mío, como sí los adoquines de esta urbe cuadrada y traicionera se habían estado ensanchando y con ellos las calles, alejando las veredas, manzanas y nuestras mismas viejas caras.

No es que nunca había estado perdido, en esta ciudad pequeña y enroscada suele suceder es un don de la misma, me dieron, nadie por más tiempo que la  haya habitado logra evitar que alguna noche, alguna tarde, sin aviso y desapercibido, se encuentre pisando un mareo extraño, una incertidumbre acerca del camino, sobre los propios pasos, esos lugares tan comunes se vuelven lo suficiente raros y distintos para hacer dudar al más firme y seguro habitante.

 Era una boceto de metrópolis que quedo en eso, un pre diseño para hacer lo que no fue, la gran ciudad modelo del futuro. Ahora es, permanece, como dibujo de grafito a trazos grandes y bien blandos, te vas dando una idea.

La pequeña aldea o poblado hace ya bastante tiempo está habitada por casi los mismos personajes, vecinos que se conocían todos y todo, doña Marta había hecho otra pastel pero la nieta no había venido, un tal Gabriel cambio el auto, el viejo Peugeot negro, don Martino había peleado con su esposa de nuevo por el condimento del guiso, o por la falta del mismo, doña Antonia había vuelto a agarrar a su hija con el cinto y los vecinos escucharon todo, todos. Formaban como un panóptico difuso pero funcional de mentes amaestradas.

A modo de ejemplo: aún estando consientes de que estaban en una cabaña escondida en el bosque a la salida del pueblo, dos adolescentes pueden sentir los juzgamientos de sus actos, incluso la sensación perturbadora de los cientos de ojos de los vecinos examinando sus pieles y partes al aire, quizás por esa razón ya no se producen muchos nacimientos sospecho.  

En esta semi ciudad de vecinos de atentos ojos y sensibles oídos, estaba pasando mis días hace varios días, iba a ser solo una ciudad de paso mas pero al pasar la noche, después de cenar pude yo mismo ser partícipe de lo que me había contado el playero de una localidad cercana ---Atendeme che, si vas para el próximo pueblo no te fíes, cuidate del “don del pueblo”. Yo me escape, pasa y seguí, me recomendó.

 Acá estoy fui descreído y siempre llevo la contraria a quien me intenta aconsejar.

 Ahora regresando del flashback…esa primer noche caminando para conocer un poco el pueblo, sentí sobre mi mismo las miradas, algo bastante normal me dije. Más tarde en el bar había tomado un par de balones de cerveza y pude escuchar como desde el baño de hombres, que estaba como a cincuenta metros mío, en medio del murmullo y la música,  se escuchaban gemidos… pero nadie parecía inmutarse, pero cuando salieron los dos hombres todas las cabezas giraron en su dirección y nadie les dirigió palabra alguna, una mujer se dio vuelta cuando uno de los hombres quiso preguntarle algo, los muchachos se fueron bastante rápido y pareció como el bar recobraba su habitual dinámica, el murmullo, la música, los brindis y las risas, las risotadas. El mozo antes de traerme la cuenta me pidió disculpas por esos dos…que no son de por acá… ¿vos tampoco no?

Había pasado a integrar este poder raro de los que se quedan más de un día en el pueblo, si bien sentí que no estaba bien, de alguna forma me dio curiosidad y quería explorarlo un poco más.

Al otro día baje de mi habitación rustica en lo que era el único albergue de la ciudad, quería comprar algo para el mate y acercarme al rio, quizás ya de alguna manera quería escaparme de las voces, de los sonidos y de esos ojos que perforaban paredes y puertas. Cruce la calle y a a la vuelta vi la despensa que me indico Inés, la atendía doña Camila, me saludo al entrar, tenía una mirada cálida, distinta, parecía apacible. Me indico en que pasillo estaban los panificados, y después ella misma se encargo de cortarme los fiambres que iba a llevar a modo de cena. Me dijo que había notado que no era de acá, me pregunto por la gran ciudad, donde todos andan corriendo como locos, me sonreí, percibí en ella alguien como yo que quizá vivía en el pueblo hace mucho pero no era originaria. Con palabras torpes quise llevarla a que me contara como se llevaba con el “don”…pero en ese momento entro Celeste al mercadito, la hija de Antonia, va hija sobrina, porque en realidad Celeste era su sobrina pero al fallecer su madre había sido criada por Antonia su tía, si, la misma que antes conté que le había dado con el cinto…bueno retomando, no sé cómo se tanto sobre ella. Paso con un saludo rápido, doña Camila la echo una mirada y me siguió cortando el jamón, 200 me dijiste? Tenes el natural en promo. La chica agarró una yerba y paso despacito delante de las heladeras que exponían las cervezas, pero sin detenerse. Se quedó atrás mío esperando que Camila me entregue el paquete de queso. Vi que Celeste miraba hacia las heladeras, podía intuir lo que deseaba, Camila también. –Nena… no estarás pensando en llevar una cerveza no? Después de lo de ayer…

Me sorprendí, la mujer ya no era la viejita amable y cálida, su mirada era burlona, casi divertida por conocer todos los detalles del castigo de la adolescente….

La piba enojada fingió no darse por enterada y casi sin mirar a doña Camila fue y abrió las heladeras, tardo unos segundos y eligió una cerveza roja, después se acerco a doña Camila y la miro desafiante.

- Y bueno después no te quejes si no te podes sentar de nuevo Celestita jaja

La piba le dejo la plata y salió furiosa.  Que chica esta, me comento doña Camila…la que le espera en la casa…usted sabe no?

- Si sé, digo me imagino, quiero decir, no quiero imaginarme, pero…¡sé lo que le van a hacer!

-¡Tranquilo hombre! –Se río de mi incomodidad- todos saben, todo. De alguna forma hay que encarrilarla a la nenita esta, son 845 con los panes.

Al salir me dio un escalofrió, sentía que pertenecía a una logia secreta y compartía con ellos todos mis secretos, pensé en lo que había hecho en momentos de soledad en la habitación, en la ducha, en mis comentarios, empecé a caminar como para el lado del rio muy apresurado y sin querer cruzarme con nadie ni escuchar nada más de nadie.

Después de una caminata por calles cada menos casas, iba envolviendo el camino un bosque, el camino se terminaba en una costanera que refrescaba un riacho, tenía algo de agua, pero no parecía profundo. Me acerque al borde. El agua corría despacio, con su típico color pardo, me quede un buen rato sin pensar en nada solo conmigo por primera vez bastante tiempo, viendo fluir esa masa de agua, en armonía con una brisa tibia que venía del otro lado. Un sonido me trajo de vuelta de mi cabeza, alguien abrió una lata de cerveza no muy lejos mío, era Celeste, sin mirarme empezó a tomarla.

-No te preocupes, acá no llega el “Don”, soy Celeste pero ya me debes conocer…

-Si, en realidad no, en persona no pero…

-Si ya se, acá es así, todos saben…todo

-¿Todo?

-Aunque no estén ahí lo pueden ver, escuchar, oler, sentir, quedate unas semanas y vas a ver, es villa voyeur esto…y son todos unos sádicos hijos de puta.

-Yo no quise el otro día ver, pero las imágenes y los sonidos venían de algún lado, pensé que estaba pasando en la casa del al lado.

-Acá todo es como una película mala de “Cinema verité”, pero no podes pararla, sigue y sigue, ya fue.

Compartimos mis sándwiches cuando bajo el sol, mi auto no estaba lejos y la idea de escapar por fin se me hizo clara, se lo propuse.

-Lo pensé muchas veces, alguna lo intente y me agarraron, vos quizás poder irte no sos de acá, pero no te quedes mucho, sabes de que hablo no?

Si sabia cada día ahí me sentía más enajenado, a veces me veía escuchando una conversación de lo más aburrida, otra escuchando atentamente algún chisme, de alguna forma podía ver cuando la pareja de enfrente al albergue se encerraba en el altillo de su casa, tomaban alcohol se desnudaban, y también veía a celeste sobre las rodillas de su tía y me quedaba viendo sin hacer nada…

Le dije que si quería nos íbamos ya, pero ella me dijo que no. Era tarde para ella, de alguna manera ella ya había pasado el umbral de no retorno. Era una actuación,  lo disfrutaba, era ficción para ellos, una historia morbosa más del pueblo, para asustar a otros nenes, dejar satisfecha a alguna vieja amargada o calentar algún viejo quizás. Aun así, me dijo que tenía un plan. Compartimos la última cerveza juntos, por fin sin ojos ni oídos que sentir, lejos de ese maldito poblado, solos.

Me fui esa misma noche, al cruzar la avenida principal vi otra vez a la tía, el cinto en su mano, replay de la escena habitual, en un momento creí ver un guiño de ella, solo espero que su plan funcione; me dijo que tengo que confiar mas y creer menos, toda historia tiene un final, me pregunto cuándo será, no voy a volver a pasar por ese pueblo, pero quiero creer que la voy a cruzar a ella en otro lado, en una ruta quizás, pero esa es otra escena en el futuro, y nadie va a verla. A esos todos, que saben todo, por fin nada.  

 

 

 

 

 

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