El crítico
(Para Bossa, Orion, y quienes los quisieron)
Es increíble
como después de tanto premio, tanto lujo bien ganado, una vida de placeres
bellos, uno se vuelve rutinario y ordinario. Me dedico a escribir o solía
hacerlo, ahora en esta ciudad tan lejana de sí misma, solo tengo un espanto de
casa, que se erige en soledad, en un barrio tan muerto como una roca de Marte.
Puedo quejarme,
siempre lo hice y ahora me enfrento a un gran dilema, mi gato Orión, el más enérgico
de los felinos que conozco, que yo creo
fue un gran emperador en su anterior vida, insiste en quedarse en mi cuarto. No contento
con esto, se acurruca despacio sobre mi cuerpo en mi pequeña cama. Yo batalle
muchas horas con mi viejo insomnio y ahora que por fin mi mente parece intentar
flotar sobre mi conciencia… él salto de improvisto a mi cama, alterando mis
nervios una vez más.
No contento con
aquello me siguió al escritorio donde buscaba apuntarme a disfrutar de una
buena copa, intentaría, como otras noches, poder escribir alguna poesía con la
suficiente altura, o una obra de teatro o porque no un breve cuento, algo,
cualquier cosa para poder presentar a mi
editor y obtener algo de plata
que ya estaba necesitando.
Resulta que mi compañero
felino fue un emperador literato en sus edades anteriores, al verme dudar
frente a mi pantalla y apretar teclas sin vehemencia… suspiro y me miró.
Lo estás
haciendo bastante horrible -me hablo sin mirarme- te tenía en otra estima sabes…
¿es que acaso la desesperación del paso del tiempo pesa tan fuerte sobre vos?
-Si no podes dejarla
a un lado mereces morir bajo ella.
Era un gato
exigente, me lo advirtió muy serio, observándome, mientras se relamía. Mi gato,
mi mascota era mi peor crítico y a su vez el mejor y más razonable. Pocos se atrevían
a humillarme, yo necesitaba caer de este pedestal estúpido que algunos
irresponsables e idiotas me habían colocado y yo había gustoso aceptado sonriente
y todo.
Amigo pareces
ver más allá de lo que escribo, como si leyeras directo de mi mente o aun más, adentro desde mi corazón…
Él parecía sonreírme, era un maldito sádico,
pero no era malvado, podía parecer arisco y distante, pero ganar su confianza,
su afecto y paciencia, no cualquier sujeto lo conseguía, supongo que tenías que
parecer digno y luego demostrárselo.
En muchos momentos sentí que lo hice feliz,
compartimos risas y enojos. Es algo que é mismo me confeso, yo vivo el ya -me decía-
cuando vos preguntas el porqué día tras día, ¿por que que?
En ese último “que”
estaba la clave, el percibía la existencia distinto. Más simple y directa. Se despertaba
cada día, saltaba al techo, tomaba sol en el lugar junto a la rejilla y
esperaba ese queso cremoso cada día, sino se lo daba lo reclamaba. Me amaba y
no me juzgo nunca.
¿Podes ayudarme
a poder sentir de nuevo, a observar sin los filtros que se interpusieron con el
tiempo contaminándome? -le pregunte -
-Escribe y no lo
lograrás nunca, lo que tenes que hacer es vestirte y salir, lo que necesitas no
está acá adentro. Esa fue su respuesta.
Esa noche salí
de mi casa y maneje mi coche bastante lejos, hasta donde los edificios viejos desaparecían
y un cielo estrellado era posible de ser observado, en el silencio respire la
noche tan fresca y callada. Dormí en el auto.
Fue a la mañana
siguiente que mi amigo parecía dormir a mis pies, me levanté y me senté a
escribir.él me ha dejado,
esa misma noche que me junte con mi editor, al regresar no lo encontré y ya
hace unos seis meses que no lo he vuelto a ver; decididamente creo que no
volverá.
Orión me devolvió
algo mío, una mirada perdida, pensé en su cruel destino…que siendo él tan
prodigioso, no pueda escribir por sí mismo, pero después de todo ninguno de
nosotros lo hace. Como cualquier animal callejero, siguió su propio camino,
volvió a perseguir
aves en las alturas, que es algo que se nos suele olvidar en nuestros días y
nuestras preguntas.